Tema del día: Un nuevo intento de extorsión contra El Establo
Esto no es coca, papi

Jefa narco vivía a todo lujo y vendía cocaína con sabor a talco

Con la lectura de la acusación e indagatoria se puso en marcha el juicio. Las críticas que se exponen como pruebas en torno a la calidad de la droga que comercializaba la banda y el rol de Pinky Rocha y Brisa Leguizamón, los novios prófugos tras el triple crimen de Ibarlucea.


Olga Beatriz “Tata” Medina, la jefa narco condenada en junio de 2020 a cuatro años y medio de cárcel por vender de droga en zona norte de Rosario, afronta desde esta semana otro juicio en el fuero federal. La acusan de liderar una organización dedicada al tráfico de estupefacientes.

La Tata Medina volvió a sentarse en el banquillo de los acusados junto a 12 miembros de la sindicada banda. Entre otros eslabones de la organización aparecen Esteban Enrique “Pinky” Rocha y Brisa Milagros Leguizamón Ferreyra, los novios que contrajeron matrimonio en enero pasado y cuyo casamiento narco terminó con un triple crimen en Ibarlucea.

Rocha y Leguizamón permanecen prófugos desde entonces, pero no obstante están siendo juzgados al igual que la Tata Medina, Pedro Mario “Pepe” Villalba, Maira Noelia Bazque, Lorena Eva Muñoz, Lautaro Rubén Orellano, Ludmila Evelyn García, Sebastián Ariel Dantur, Marcela Villalba, José Ariel Benítez, Lorena Almaraz y Micaela Ayelén Perrone.

El juicio se puso en marcha este lunes con la lectura de la acusación por parte del fiscal de juicio Federico Reynares Solari y lo llevan adelante los jueces Ricardo Vázquez, Otmar Paulucci y Germán Sutter Schenider, del Tribunal Oral Federal N°1 de Rosario.

A la Tata Medina, de 55 años, le atribuyen la venta de drogas en barrios La Cerámica y Parque Casas. En el debate juzgan el accionar de su hija Ludmila García, de su hermanastra Maira Bazque y de algunos integrantes del Clan Villalba.

De acuerdo a la acusación, quienes operaban como mano derecha de la Tata Medina fueron Pepe Villalba, domiciliado en Boedo y Castagnino, y Maira Bazque, encargados de coordinar el funcionamiento de cada una de las estructuras bajo sus órdenes.

La investigación logró determinar que en el domicilio de Blas Parera 1199, departamentos 1 y 2, vivía Ludmila García, hija de la Tata Medina, y quien coordinaba desde allí la venta de droga de la organización.

También se acreditó la vinculación de otros miembros del Clan Villalba con la Tata. Todo ello surgió a partir del contenido de una serie de comunicaciones que fueron interceptadas por los investigadores.

Una conversación entre Marcela Villalba -presa en la cárcel de Ezeiza- y su padre Pepe Villalba hacía referencia a la jefa de la banda y manifestaba algún disgusto por la entrega de dinero que debían realizar. “Ahora cuando venga la Tata no le voy a dar un mango”.

Otra referencia surgió a partir de un diálogo en el cual Pepe Villalba expresó en relación a la Tata Medina. “Me quiso dar la hermana los caramelos para que yo los traiga y le dije no, tenelos vos, si preciso te vengo a buscar, guardalos donde los guardia”, en alusión al domicilio en donde la jefa narco escondía la droga.

La transcripción de una conversación entre Pepe Villaba y una persona no identificada refiere a las características de la droga que comercializaban. En relación a la baja calidad de la cocaína, el interlocutor le solicitó al “transero” que se lo notifique a la Tata Medina.

“Vendí 29 ya. Viste las 15 esas que son cortas que vienen en el paquete que vos me diste. Las probé y un gusto a talco… Le digo al loco hay mucha en polvo. Es todo polvo, todo polvo. Si se la das a la Tata para que las vea, yo las dejo aparte para que se la lleves”.

Se acreditó que Medina visitaba asiduamente a Bazque en un domicilio de Unión 1527. Incluso cuando se produjo un inconveniente con un vendedor de drogas en Ramos Mejía 1325. “Anoche le di 25 y luego le ofrecí 25 más, así vende ahora a la noche que es hora pico. Se las di pero desapareció porque acá nunca vino. Olga me dijo que espere que me traiga la mercadería o la plata. Y si no te trae nada, chau, que no te pida nada más y lo saco de la casa”.

El rol de Medina dentro de la organización quedó establecido en una conversación mantenida por otra vendedora al menudeo que dependía de la estructura de Bazque, con una persona que le solicitó “veinte bolsitas”.

A esa chica llamada Yanina le preguntaron: “¿A cuánto me hacés las veinte?”. Ella le contestó: “Y, lo que sale. No es mía. O sea, yo la trabajo”. A lo que le respondieron: “¡Ya sé, si fuese tuyo estarías viviendo como la Tata en La Florida!”. Yanina replicó: “Yo le tengo que rendir la plata a ella, ¿me entendés?”

También los pesquisas lograron establecer que Pepe Villalba, junto a otros integrantes de la familia, dividían las tareas de acopio, fraccionamiento, distribución y abastecimiento de drogas. En los últimos días se produjo un doble crimen en barrio Gráfico de Carmen y Marlén Villalba, madre e hija que no tendrían vinculación con el narcotráfico.

Marcela Soledad Villalba trabajaba bajo las órdenes de su padre Pepe Villalba. Marcela posee varios autos y motos registrados a su nombre, como también una embarcación pese a no registrar relación laboral vigente ni tampoco actividad ante la Afip.

Expusieron que a Pepe Villalba le realizaron un seguimiento cuando se dirigía a un señalado puesto de venta de drogas de Ghiraldo 1794, que atendía Daiana Micaela “La Diabla” Leguizamón, hermana de la novia prófuga tras el triple crimen en el casamiento narco de Ibarlucea.

Precisamente otros eslabones inferiores de la organización de la Tata Medina eran Brisa Leguizamón y su marido Pinky Rocha, quienes vivían en Rueda 274 bis y según Renaper registran domicilio en Esmeralda 2379.

La segunda estructura de la banda era coordinada por Bazque, hermanastra de Medina. Con motivo del cumpleaños de 15 de la hija de Maira, publicaron una serie de fotos de la Tata con sus dos hijas y Daiana Leguizamón, acreditando el vínculo cercano entre ellas.

Asimismo, se determinó que Lorena Muñoz vivía en Washington 1213 junto a su hijo Lautaro Orellano, quienes se ocupaban de la venta de drogas en un inmueble con apariencia de kiosco, refiere la causa.